Tras 47 años, Reino Unido ha abandonado este viernes la Unión Europea. No sonó el Big Ben para marcar el fin de esta era, pero sí que el primer ministro Boris Johnson organizó una fiesta con espectáculo de luces. Al mismo tiempo, en Bruselas, la Union Flag desaparecía del edificio del Parlamento Europeo.
Reino Unido ya está legalmente fuera del bloque comunitario. El proceso ha quedado culminado, pero a Johnson todavía le queda mucho trabajo pendiente. El siguiente paso es negociar un acuerdo comercial con la UE para finales de año porque, hasta que no lo consiga, las empresas tendrán que lidiar con muchas de las incertidumbres que ya se temían con la idea de un Brexit abrupto. «Quedan muchas preguntas sobre la relación futura», aseguró Sam Lowe, investigador principal del Centro para la Reforma Europea en Londres en declaraciones recogidas por Bloomberg. «Hemos abandonado la UE, pero el Brexit sigue vivo», insistió.
La fase de transición se alargará hasta diciembre. Reino Unido podrá comercializar libremente con los países miembros y estará sujeto a sus leyes. Así, los británicos seguirán utilizando las mismas líneas en el aeropuerto y seguirán disfrutando de la itinerancia de datos gratuita en sus teléfonos móviles.
Pero esta situación puede cambiar de cara a 2021 si, en estos meses, ambas partes no llegan a un acuerdo sobre cómo será su relación. De ser así, los negocios se llevarán a cabo tal y como establezca la Organización Mundial del Comercio, lo que significa que se impondrán aranceles de importaciones y exportaciones y habrá controles fronterizos, hasta ahora inexistentes.
El primer ministro, que cuanta con una mayoría parlamentaria, tendrá que decidir si se convierte en un competidor al estilo de Singapur, libre de impuestos o si, por el contrario, prefiere ser más intervencionista, decantándose por el poder del Estado en vez del libre mercado de la economía. La decisión que tome será importante. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha dejado claro esta semana que el acceso a la UE, el mercado más grande y cercano del Reino Unido, dependerá de cuán lejos Johnson juegue según las reglas del bloque. Eso significa mantener las mismas normas sobre impuestos, ayuda estatal y derechos laborales que muchos partidarios del Brexit consideran anticompetitivas.
Pero el Gobierno conservador prefiere una relación más distante. Así, prioriza el acuerdo al estilo de Canadá, que permita el comercio libre de aranceles y cuotas. Reino Unido y Europa tienen once meses para llegar a un acuerdo en cuanto a las regulaciones, pero también en relación a los derechos de pesca las reglas de protección de datos y el futuro de la ciudad de Londres. Ahora Reino Unido es libre de negociar acuerdos comerciales con países fuera de los Veintisiete. Johnson tiene como objetivo pactar con todo el mundo para cubrir el 80% del comercio de Gran Bretaña en tres años.
Crisis internas
Pero no todo es mirar al exterior. El primer ministro debe saldar apagar primero las crisis internas y, el primer problema que tendrá que enfrentar es encontrarse con una sociedad dividida: solo el 52% votó en el referéndum a favor del Brexit, mientras que un 48% abogó por quedarse.
Por ello, según apunta Bloomberg, Johnson tendrá que abordar las causas profundas de la votación de 2016: la ira por la privación económica en las zonas afectadas por la austeridad, las comunidades que se sienten atacadas por la inmigración y el deseo de restaurar la soberanía británica. Al mismo tiempo, debe tratar de evitar la ruptura del país. Escocia e Irlanda del Norte votaron para permanecer en la UE.
«Este no es un final sino un comienzo», ha asegurado este viernes. «Este es el momento en que amanece y se levanta el telón de un nuevo acto», ha añadido.
Otro aspecto al que debe estar pendiente el premier es que Reino Unido se enfrenta la posibilidad de una influencia global reducida, aislado de un bloque regional importante y compitiendo con superpotencias más fuertes.
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