Las protestas ganan terreno en una Argentina marcada por la puja política de cara a las elecciones presidenciales de octubre próximo y por una crisis económica que se ha agravado en el último mes, origen de múltiples demandas sociales y sindicales.
El «agosto negro» que vivió el país en términos financieros, con un verdadero terremoto en los mercados que implicó un salto del 23,3 % en el precio del dólar en la plaza cambiaria local y consecuencias severas en la economía real, ha tenido su correlato en las calles, con movilizaciones, bloqueos y acampadas de protesta en todo el país.
En total, 524 piquetes es el saldo de agosto, la cifra más alta de cortes de protesta en lo que va del año, según el registro mensual que lleva la consultora Diagnóstico Político y que revela que los reclamos bajo esta metodología tuvieron un impactante aumento del 36 % en comparación con julio último. Según el informe, a la cabeza de los bloqueos en agosto han estado las organizaciones sociales, con 149 cortes, seguidas por los trabajadores estatales, fuerzas políticas, sindicatos del sector privado, vecinos y grupos de desempleados.
Endurecimiento de las protestas
Lejos de calmarse las aguas, todo hace prever que septiembre superará las cifras de agosto debido a un endurecimiento de las protestas, particularmente de los movimientos sociales, que esta semana han protagonizado una acampada de dos días en el centro de la capital. Sus demandas son múltiples: prórroga de la ley de emergencia alimentaria que obliga a incrementar la provisión a comedores comunitarios, aumento del número de beneficiarios de subsidios sociales que paga el Estado y subidas de estas ayudas.
A estos se añaden reclamos de creación de puestos de empleo y de reapertura de negociaciones salariales en un contexto de alta inflación. La economía argentina está en recesión desde abril de 2018, con una inflación que acumuló un alza del 47,6 % el año pasado y un 30 % en lo que va de éste.
Agosto empeoró las cosas, con un salto inflacionario del 4 % en comparación con julio y del 54,5 % en términos interanuales, pero que escala al 4,5 % y al 58,8 % interanual en el segmento de los alimentos, un dato que potencia los reclamos.
Tasa de desempleo del 10,1%
Los últimos datos oficiales marcan que la tasa de pobreza era del 34,1 % y la de desempleo del 10,1 % en el primer trimestre de este año, magnitudes que crecerán cuando se computen los efectos de la aceleración de los precios y la profundización de la recesión de las últimas semanas.
Este contexto y el siempre álgido escenario electoral han hecho ganar protagonismo en las calles a las organizaciones sociales, agrupaciones formales o informales «integradas básicamente por gente de sectores de bajos recursos y lideradas por dirigentes barriales, en muchos casos expolíticos o exsindicalistas», definió Giusto. Estas organizaciones configuran un mosaico muy complejo, con grupos que son desprendimientos de sindicatos, otros surgidos desde las bases sociales durante la grave crisis de 2001 y algunos con un funcionamiento más cercano a una fuerza partidaria.
Según Giusto, las organizaciones también van a las calles con un ánimo diverso, ya que mientras las ligadas al peronismo y al kirchnerismo y emergidas de ámbitos barriales buscan presionar al Gobierno para obtener más beneficios económicos, las agrupaciones ligadas a la izquierda dura lo que pretenden es ganar visibilidad.
El escenario es complejo porque en muchas protestas, como la acampada de 48 horas de esta semana, que incluyó escaramuzas de los manifestantes con los policías, unas y otras organizaciones se mezclan. Los reclamos han pasado además esta semana de las calles a los centros comerciales, donde el martes una de las agrupaciones protagonizó una protesta que ha encendido, sobre todo en el sector empresario, la luz de alerta al recordar lo más álgido de la crisis de 2001.
Durante aquel estallido social, comercios y supermercados eran saqueados en todo el país, agitando una espiral de violencia y represión que terminó con una treintena de muertos. El otro gran actor social de Argentina con tradicional peso en las protestas es el sindicalismo.
La Confederación General del Trabajo (CGT), la mayor central obrera del país, de raigambre peronista y que ha realizado cinco huelgas generales durante el Gobierno de Macri -la última en mayo pasado-, se comporta con mayor cautela desde el agravamiento de la crisis, una actitud que, según Giusto, opera en este momento como un «factor estabilizador»
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