Siempre que la divisa cayó, los precios agrícolas subieron. Los expertos analizan si esa vieja fórmula sigue aplicándose en el mundo de la pandemia
Había una época en que todo estaba claro: si el dólar bajaba a nivel mundial, Argentina tenía un motivo de festejo, porque eso implicaba, con toda seguridad, que los precios de las materias primas –los «commodities», en la jerga económica- subirían de precio. Y, de hecho, fue lo que ocurrió durante el último gran boom de las exportaciones agrícolas, que tuvieron a la soja como producto estrella del campo argentino.
Por aquellos días en que George W. Bush era presidente estadounidense, el dólar se debilitó frente al resto de las monedas, lo cual llevó a una inflación global. Y los países latinoamericanos tuvieron su veranito financiero gracias a la abundancia de capitales que buscaban rentabilidad en las economías emergentes. La Argentina en default no llegó a disfrutar de esa fiesta de crédito barato pero sí se benefició de esa inédita alza de las materias primas agrícolas, que llevó, por ejemplo, el precio de la soja desde niveles inferiores a u$s200 en que se encontraba en el año 2001 hasta picos de u$s600 una década más tarde.
Hoy, con un precio de la soja en aproximadamente la mitad de aquel pico histórico, los productores sólo pueden sentir nostalgia por aquellos buenos tiempos.
Y esos antecedentes llevan a la pregunta inevitable: ahora que el dólar vuelve a debilitarse en el mundo y que algunos pronostican que continuará en caída, ¿están las condiciones como para que suban otra vez los precios agrícolas? O, dicho en otras palabras, ¿Argentina tiene que festejar un nuevo boom que la ayude a salir del pozo?
Los optimistas le agregan a esa situación otro dato clave: China, el gran comprador de alimentos de esta parte del mundo, está recuperándose y hoy, con el resto del mundo «groggy» por el efecto Covid-19, hace de locomotora de la economía mundial.
De hecho, en el primer semestre del año, las compras chinas de carne superaron 73% las del mismo período del año pasado, mientras que la demanda de soja aumentó un 71%.
Con esos datos sobre la mesa, parecería inevitable entusiasmarse con una nueva etapa de recuperación de la economía argentina, liderada por el campo.
«En el actual contexto la actividad agropecuaria se posiciona como un sector importante en un eventual y anhelado proceso de recuperación económica, tal como sucediera en la salida de la crisis 2001/2002», apunta Juan Manuel Garzón en un informe del Ieral. Aunque enseguida aclara que difícilmente se repita una situación como la de una suba de 70% en el precio de la soja, como la que se vio entre 2002 y 2003.
Mientras el consultor Salvador Di Stefano, influyente entre los productores agrícolas, sostiene que una vez que las materias primas metálicas como oro y plata toquen nuevos máximos, hay posibilidad de que las buenas noticias lleguen para los rubros exportables del campo argentino.
«Una devaluación del dólar a escala mundial sería muy buena para nuestro país, nuestra deuda está nominada en dólares, y esto implicaría una eventual licuación de este pasivo. Si a esto le sumáramos una probable suba de las materias primas que exportamos, sería una noticia formidable», afirma.
Dólar en la cornisa, ¿otra nueva normalidad?
¿Es exagerado entusiasmarse por el eventual beneficio de un nuevo contexto mundial? Los optimistas observan datos como el compromiso de la Reserva Federal con el estímulo a la economía. En otras palabras, que se mantendrán las tasas bajas y se seguirá comprando bonos mientras se inunda el mercado de dólares.
Si esto sale como se espera, se generaría una inflación que, en este contexto, sería funcional a los intereses de todos los gobiernos, porque ayudaría a licuar las grandes deudas.
Por lo pronto, en Europa, donde se acaba de aprobar, tras un extenso debate, una mega asistencia del Banco Central Europeo a los gobiernos endeudados, no se habla de otro tema.
Pero, a pesar de la masiva ayuda, lo del BCE se considera relativamente medido en comparación con lo que ocurre en Estados Unidos, un motivo por el cual los pronósticos son de un mayor debilitamiento del dólar.
Según el Financial Times, la perspectiva de una recuperación europea implicará una nueva preferencia de los inversores por el euro en detrimento del dólar. Y destaca que la paridad, que los analistas preveían sería de u$s1,15 por euro para fin de año, ya pasó los u$s1,16.
Con los datos de la impactante caída de 32,9% en la producción estadounidense, hay analistas de bancos de inversión que manifiestan que no les sorprendería que se llegara a un nivel de u$s1,35 por euro de aquí a un año.
Claro que, como siempre ocurre a la hora de pronosticar valores de las divisas, todo está sujeto a especulación. Desde Argentina lo análisis suelen ser más cautelosos.
Por ejemplo, Juan José Llach, economista jefe del IAE Business School, se pregunta cuáles son los fundamentos para pensar en que continúe «la flojera» del dólar.
«En nuestra opinión, ella continuará sólo si la pandemia vuelve a agravarse o si resultan fallidos los pronósticos de la cercanía de la vacuna. De no ser así, la Reserva Federal aumentará sus tasas de política monetaria y el dólar se fortalecerá», advierte.
Y, en consecuencia, no cree que haya que adelantarse a festejar por un beneficio indirecto para Argentina.
En la misma línea se manifiesta el economista Luis Palma Cané, ante la consulta de iProfesional: «El motivo que hizo que el dólar perdiera valor fue el diferencial de tasas de interés respecto del euro, pero es un factor que ya está reflejado en el precio actual, de manera que no veo claro que haya un camino para que el dólar se siga depreciando a futuro».
Pero lo más importante, según el analista, es que el hecho de que en el pasado haya existido la relación inversa entre el dólar y el precio de los commodities no significa que tenga que seguir ocurriendo.
«Ahora tenemos un dólar débil y sin embargo también cayó el petróleo, por ejemplo. Porque pasó a ser mucho más relevante la recesión global y su impacto sobre la demanda, antes que las fluctuaciones de las divisas«, agrega.
Pero su mayor duda tiene que ver con el pronóstico de que el mundo vaya a un período de mayor inflación. «Más bien, las señales que estamos viendo son de un esfuerzo de los bancos centrales para impedir la deflación, así que por ese lado no ayuda a un boom de precios agrícolas».
Nuevos riesgos: el tuit de Trump y el factor China
El punto que todavía no se logra dirimir es si sigue siendo válida la vieja fórmula de «dólar para abajo, commodities para arriba» o si se llegó a una situación de «desacople» entre las dos variables.
Y los expertos del negocio agrícola están mostrando pesimismo en el sentido de que una situación como la que posibilitó el boom sojero argentino sea repetible, incluso con un dólar débil.
El argumento para ello es que debe tomarse en cuenta otros factores fundamentales en este proceso, como el de la demanda mundial por determinados productos.
Una diferencia importante respecto de la situación de la década anterior es, por ejemplo, el hecho de que Estados Unidos en 2008 fomentó el uso del maíz como insumo del bioetanol, lo cual llevó a una caída en la oferta de maíz para uso alimenticio y que la demanda de soja –un sustituto del maíz- explotara. Ese no es un factor que esté hoy en el tablero.
Pero, sobre todo, el gran tema en el que los expertos ponen el foco es en la demanda china y el contexto de la guerra comercial entre el gigante asiático y Estados Unidos.
«Este no es un momento de flujos comerciales normales, hoy todo está más ligado a la cuestión geopolítica. Un tuit de Trump puede destrozar precios en el mercado de Chicago, es una guerra que tiene como rehén a los commodities», observa Gustavo Idígoras, presidente de la Cámara de la Industria Aceitera y el Centro de Exportadores de Cereales.
En charla con iProfesional, Idígoras prefiere la prudencia y dice que se conformaría con que el precio de la soja se sostuviera en u$s340. Dice que ni siquiera la perspectiva de una fuerte recuperación de la economía china lo induce a pensar en un beneficio inmediato para Argentina.
«La realidad es que los chinos, en el contexto de su pelea con Estados Unidos, privilegiaron a Brasil como proveedor de soja. Y ahí nosotros no tenemos mucho margen, porque nuestra exportación es más bien harinas y aceite y no tanto el producto sin procesar, que es lo que quieren los chinos y donde la oferta brasileña es mejor», agrega Idígoras.
Queda, de todas formas, la esperanza de una nueva demanda que compense el lugar libre que deja China: surgieron con fuerza nuevos compradores, tales como India y países del sudeste asiático como Vietnam.
Tanto es así que hoy cuando los estrategas del mercado agrícola argentino planean el futuro de la actividad toman, como un indicador de primer orden, el consumo interno de India. Para Argentina, ese mercado representa hoy un negocio de u$s2.000 millones.
La parte mala de la nueva situación es que la pandemia hizo que disminuyeran drásticamente los puestos de comida callejera en las ciudades de India, y eso significa menor consumo de aceite. Por lo tanto, menos chance para Argentina. De hecho, el precio está ahora en torno u$s600 cuando históricamente estuvo por encima de u$s700.
Fórmulas viejas, mundo nuevo
Tomando en consideración esos puntos, todo indica que los clásicos motivos de alegría, como la debilidad del dólar y el crecimiento de la economía china, hoy pasaron a ser factores de incidencia secundaria.
Por eso los expertos creen que si algo determinará el impulso del campo argentino, no será otra cosa que el fin de la cuarentena mundial y la normalización del comercio.
«Es poco probable que la Argentina se beneficie significativamente de una sostenida o mayor desvalorización del dólar. Más probable es que pueda aprovechar una mejora proveniente del debilitamiento de la pandemia, que no es poco, y de la consecuente mejora del crecimiento global», sostiene Llach.
Mientras que Palma Cané argumenta: «Hoy estamos viendo superproducción en algunos cultivos, mientras la demanda crece muy gradualmente, así que diría que no hay que dejarse entusiasmar por la posibilidad de ningún boom. Lo de la soja a 600 dólares es irrepetible«.
En tanto, el campo argentino sigue esperando el golpe de suerte. Y la recomendación de los expertos es mirar con lupa el mercado sin dejarse llevar por la tentación de confundir deseo y realidad.
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