«El dólar es nuestra moneda, pero también es vuestro problema». La célebre frase que pronunció en 1971 el por entonces secretario del Tesoro de Estados Unidos, John Connally, ante una delegación de políticos europeos, debe estar sonando con mucha fuerza en el gobierno chino por estos días. Porque la reciente experiencia de guerra comercial con su principal comprador (y competidor global) marcó cuán débil todavía se encuentra el gigante asiático en materia monetaria.
Si en occidente se pone el grito en el cielo por el poderío chino en áreas como la tecnología, las comunicaciones y el comercio, del otro lado del Océano Pacífico son muy conscientes de que la dependencia respecto del dólar es todavía demasiado grande.
«Por más que China siga colocando un porcentaje elevado de sus reservas en moneda extranjera en dólares, la tendencia hacia la diversificación en otras divisas va a acelerarse en los próximos tiempos», planteó un informe de la consultora ANZ Research que, además, estimó que el porcentaje de las reservas chinas en dólares llegaba al 59%, si bien no existen datos oficiales al respecto.
Hoy, en momentos en que la guerra entre potencias ya no es más militar, sino cibernética, comercial, económica, financiera y monetaria, estar atado a la principal moneda de reserva e intercambio del mundo es un reconocimiento de debilidad demasiado grande para un país con ambiciones de convertirse en el más importante a nivel global. Por eso suena fuerte la advertencia de Connally: el dólar también es un problema para China.
Sobre todo, porque el gobierno estadounidense dispone de lo que se conoce como «derecho de señoreaje», que implica el poder de emitir la principal divisa mundial. Y de devaluarla a su libre albedrío, provocando pérdidas en los ahorros que posee el gobierno chino en esa moneda. Y justamente, en los últimos seis meses el tipo de cambio entre el dólar y el yuan cayó un 2%, una señal que no pasó inadvertida en el gabinete del presidente Xi Jinping.
UN DEUDOR INCÓMODO
Pero esto es solo la punta del iceberg que preocupa a las autoridades asiáticas. El mayor problema con el que tienen que lidiar desde el punto de vista financiero es la gigantesca tenencia de Bonos del Tesoro estadounidense en su poder, que alcanza u$s 1,11 billones y que hoy es la segunda más grande del mundo, por detrás de Japón.
De hecho, el mismo Departamento del Tesoro de EE.UU. publicó hace unos meses atrás un alarmante informe sobre el peligro de la deuda soberana nacional y su imparable sendero de crecimiento. De acuerdo con el estudio, si no cambia la tendencia, en no más de cinco años el país deberá destinar el 100% de su financiamiento a pagar los intereses de la deuda.
La situación podría volverse dramática si el total de los intereses que se pagan superara el nivel de déficit fiscal, porque entonces se caería en el círculo vicioso que impide reducir el capital y, por lo tanto, se pasaría a depender de la evolución de las tasas de interés que se fijan en el mercado. Si bien nadie cree seriamente que EE.UU. caiga en un default, estar ya hablando de eso hace que le corra frío por la espalda al gobierno chino. En los últimos 14 meses, la potencia asiática ha ido deshaciéndose de Bonos del Tesoro por un total de u$s 88.000 millones de manera constante, pero sin hacer demasiado ruido.
ABANDONAR EL BARCO
Este es uno de los objetivos más urgentes que tiene por delante el gobierno chino en materia financiera, mientras sigue preparando el yuan para la plena convertibilidad en los mercados mundiales y para la competencia con pesos pesados como el dólar, el euro y el yen japonés.
Al igual que otros países como Rusia, la intención pasa por reducir el uso del dólar en las transacciones bilaterales, una manera de diversificar mejor el riesgo ante una nueva escalada comercial. Pero esta política no es solo de interés vital para el gobierno chino, sino que también sus empresas están embarcadas en separarse de los activos en dólares que poseen.
Según el analista Paul Hsiao, de Pinebridge Investment, las compañías chinas tienen más de u$s 500.000 millones invertidos en obligaciones negociables extranjeras. «Buena parte está nominada en dólares, lo que podría ser un problema para estas empresas. Diversificar estos activos está en línea con las recientes medidas del gobierno de Xi para reenfocar sus relaciones comerciales más allá de Estados Unidos. China y, en mayor medida Asia, está todavía muy expuesta a los movimientos del dólar», explicó.
El informe de ANZ llama a esta diversificación en marcha «reservas en las sombras», por lo silenciosos que son estos movimientos para no espantar a los mercados internacionales. «Creemos que el gobierno chino ya diversificó discretamente su portafolio de activos extranjeros para incluir inversiones alternativas», sostiene la consultora, que las estima en un valor total de u$s 1,86 billones. Prueba de ello es la fiebre compradora de China en el mercado del oro, que le permitió acumular casi 2000 toneladas en reservas.
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