La crisis del coronavirus en China precipita una devaluación del yuan, menos compras al mundo y caída de las materias primas. Este cóctel de noticias complica de sobremanera al mundo emergente. Turquía, Rusia y Brasil han comenzado a devaluar lentamente sus monedas. Este mix de caída de precios de las materias primas y devaluaciones competitivas a escala mundial, ponen en peligro a la estabilidad financiera Argentina.
En nuestro país, las reservas en dólares son escasas, mientras que abundan los pesos en el mercado. En un contexto de incertidumbre internacional, el Banco Central privilegia la baja de tasas y empuja a los especuladores a buscar alternativas de inversión dolarizadas.
En los últimos 15 días, la provincia de Buenos Aires estuvo al borde de la cesación de pagos. El gobierno nacional se encuentra en cesación de pagos selectiva, ha reperfilado letras en el gobierno de Mauricio Macri, y en la actualidad el gobierno nacional reperfiló el bono AF20. Sumado a esto, en un canje de deuda tuvo solo el 10% de adhesión, no pudo colocar bonos en pesos declarando desierta la licitación, y enfrentó una licitación de letras que fue un fracaso.
En este contexto, se conoció el índice de inflación de enero, con un resultado del 2,3%, cifra que refleja la temperatura de la inflación, pero no la sensación térmica. Con estos guarismos no habrá muchos inversores que apunten a inversiones ajustadas por inflación.
Los plazos fijos en pesos pagan una tasa del 36% anual, para montos superiores al millón de pesos, la tasa de inflación anualizada es del 52,3% anual. Nadie en su sano juicio ahorrará a largo plazo con estas tasas. Los plazos fijos en dólares pagan tasas del primer mundo, no más del 1% anual. Lo que no han percibido es que estamos en el mundo subdesarrollado.
Con escasas alternativas de inversión potables, todos los caminos conducen al dólar, y el Banco Central lo sabe, por eso en los últimos días comenzó a deslizar al tipo de cambio oficial a la suba, luego de 6 meses de tenerlo congelado.
El ministro de producción se refirió al deshielo cuando le confesó al FMI que procederá a actualizar las tarifas públicas. En el escenario actual, la tarifa de la luz tiene un subsidio del 55%, el gas 65% y el transporte del 75%. Mientras no se actualicen las tarifas, los subsidios crecerán, y el Estado verá incrementar el gasto público. Los ingresos del Estado crecen 8% por debajo de la inflación, lo que obliga a pensar que algún desajuste económico se avecina.
El gobierno levanta el estandarte de la reestructuración de la deuda pública, para mostrar que, una vez resuelto este problema, vendrá el crecimiento económico. No estamos de acuerdo. El país necesita crecer, el PBI actual es muy similar al que teníamos en el año 2011. Si tomamos el PBI per cápita en dólares, es muy similar al que teníamos en el año 2017. Necesitamos urgente crecer para poder generar empleo, crecimiento económico y de esta forma honrar los compromisos de la deuda.
Una buena reestructuración de la deuda es una condición necesaria pero no suficiente para crecer. Podríamos reestructurar la deuda con una buena quita y años de gracia para no pagar intereses, sin embargo, la estructura económica argentina seguiría con una alta presión tributaria que no les permitiría a los emprendedores ganar dinero y reinvertir utilidades.
En los últimos años la falta de una estructura económica adecuada para crecer, nos llevó a tener una inflación crónica del 2% mensual. Con una inflación piso tan elevada estamos condenados a que cualquier desvío nos coloque en torno del 3% mensual, y proyectemos una inflación piso para el año 2020 del 40% anual.
El gobierno cree que obtendrá este año u$s16.000 millones de saldo positivo de la balanza comercial, esto es un error, los precios de las materias primas están muy bajos, las cantidades producidas podrían descender, y la gran presión tributaria y alta volatilidad del dólar podría hacer que muchos productores especulen reteniendo mercadería, para venderla en la medida que la necesiten para honrar sus deudas o en los gastos de su vida cotidiana.
No vemos posible un superávit comercial tan elevado, si ello no sucede el gobierno se quedará sin divisas para honrar compromisos ya asumidos, con lo cual es muy probable que en algún momento una devaluación asome en el horizonte.
El problema no es la deuda, es el crecimiento
En los primeros dos meses de gobierno la economía no muestra signos vitales de recuperación. Las materias primas no suben, las cantidades producidas disminuyen, los salarios pierden contra la inflación y la inversión ni siquiera dio el presente.
Los mensajes del gobierno son confusos y contradictorios, la coalición gobernante tiene en muchos casos un discurso dual, se habla de pedirle quitas al FMI, y solicitarle tenga bien estirar los plazos de pago. Esto entre otras definiciones políticas que no vale la pena enumerar en esta nota.
La reestructuración de la deuda pública le dará más crédito a las empresas argentinas que busquen financiamiento en el exterior. Lo producido de dólares que ingresará al país chocará con una estructura productiva que deja poco margen para ganar dinero.
El tiempo límite es el 30 de abril, para esa fecha deberíamos tener reestructurada la deuda, menos inflación, más actividad económica y un horizonte predecible para atraer inversiones. El gobierno nos dice que para esa fecha tendrá un plan económico. Sería prudente que adelante la fecha, de lo contrario las presiones sociales podrían imponer un mayor dinamismo en las decisiones políticas.
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