El entonces candidato presidencial del Frente de Todos aseguraba, el 14 de agosto de 2019, tras el saltó que pegó el dólar luego de las PASO, que la divisa “tiene un valor razonable y no hay razones para que siga aumentando”.
Todo indicaba que
la paridad se encontraba en un punto de equilibrio. Los exportadores se sentían
con una moneda competitiva y la economía absorbió vía precios este salto
cambiario.
Pasaron seis
meses de aquella frase. Hoy Alberto Fernández es presidente de la Nación y, en
este corto período, la inflación acumuló 26 puntos. El promedio del dólar
-entre comprador y vendedor- se mantiene en 60,50 pesos en la banca oficial;
casi inalterable desde aquel 14 de agosto.
Seguramente si en una charla de café se le pregunta hoy al presidente Fernández por el retraso cambiario, no dudaría en afirmar que es un tema que le preocupa. En público, no estaría dispuesto a avalar esta afirmación. El modelo económico que intenta sostener el ministro Guzmán se centra, entre otros puntos, en el anclaje del tipo de cambio. Una historia más que conocida para todos nosotros.
Siguiendo los
datos del Indec y tomado los conceptos del entonces candidato del Frente de
Todos, hoy la paridad cambiaria debería ubicarse en torno a los 75 pesos por
dólar para volver a decir que en ese valor “está bien”. Pero lejos está el país
de lograr este sendero de precios formal.
El dólar paralelo muestra el real valor que hoy tiene la divisa en el mercado, muy similar a los 75 pesos mencionado párrafos arriba. Pero este es un valor que no comprende a los que hacen negocios con el exterior dentro de la Ley. Es decir que, aquellos que intentan exportar, día a día están perdiendo competitividad en el mercado con este dólar anclado en 60 pesos y costos acompañando la inflación.
En la medida que se profundice el retraso cambiario en el país, las exportaciones perderán competitividad y la brecha con el dólar ilegal crecerá, generando negocios (sub y sobrefacturación) para pocos que terminarán perjudicando al conjunto.
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