Por eso el dólar exhibe lo que exhibe en su historia[1] y en su gráfica exótica e iniciática. Ni Dios confía en ellos.
Para las burguesías adictas al capitalismo norteamericano, el dólar es mucho más que un “refugio”, es complicidad nada secreta siempre armada con el objetivo de derrocar a los gobiernos, acabar con todas las creencias y uniformar a la humanidad bajo un Único Orden Monetario Mundial, con un sistema global de pensamiento único, ideología única y una “religión” planetaria única: el capitalismo “de curso legal”.
La ideología de la clase dominante impone los pueblos su pensamiento y lenguaje, usando todos los reductos semióticos que tenga a mano y es capaz de asignar sentidos mercantiles a todos los objetos de la realidad. Y uno, que ocupa un lugar preferencial, en lo objetivo y en lo subjetivo, es su particular forma de fetichizar al Dólar. Tal fetichismo resulta digno de estudio, en su forma de signo, por la importancia adquirida en el marco de la dominación Cultural.
Así, resulta que el Dólar es un “valor” que, a su vez, se articula en en la tensión histórica del desarrollo militar armado en el territorio y en la memoria. A través del Dólar y sus adicciones, una nación se rinde, implícita o explícitamente, con toda su historia y sus creencias más allá de su servicio como divisa internacional. En la dependencia respecto del Dólar se expresa el espíritu de las épocas y su sometimiento a un aspecto colonial de las ideas que han determinado la auto-representación de los pueblos esclavos de una moneda impuesta. La ideología de la clase dominante ha amalgamado alma y el mercado, en el fetiche del dólar en todos los aspectos de la vida: en sus alimentos, salud, tiempo libre, sexualidad, educción, seguridad social y muerte. Aquello que confusamente llamamos “divisa” controlada por el capitalismo es un sistema que inunda la realidad en cuerpos y almas.
En este territorio necesitamos una Semiótica emancipadora capaz de desmontar la red de sentido fabricada para imponer al Dólar como una fuerza suprema que nos protege, incluso, de los propios devaneos burgueses, cada uno ellos camuflados de “sentido” para la esclavitud semántica y sintáctica de los pueblos. Y es que el Dólar cambia de piel en las entrañas de la Ideología Dominante; es la muerte y resurrección de sus símbolos y palimpsestos monetarios. La dominación económica continúa dentro del Dólar, también, como objeto con grafica y simbología pensadas por una semiótica hegemónica con ambiciones metafísicas.
El Dólar y su utilización como símbolo, en todas las formas, sirve para transmitir mensajes con contenido, tradicionalmente opresor con su semiótica de clase infestada en estimuladores de mercadeo. Semiótica o semiología subordinada como ciencia al servicio de los sistemas de fetichización monetarista, manoseando a Charles S. Peirce, Ferdinand de Saussure, o cualquier otro de los referentes teóricos tergiversados por la lógica del mercado apuntalado con guerras. El Dólar como emblema de un marketing semiótico, o como “fuerza supra-natural” que debe ser adorada en el mercadeo de las mentalidades domesticadas para la compra de mercancías o como interaccionismo simbólico. El lenguaje de los Dólares transmitido eficiente y realmente como “esencia” de los seres humanos. ¿Exageramos?
Cada vez se nota con mayor claridad lo que sucede por el fetichismo del Dólar, en todo el mundo, cuando los seres humanos se sienten seguros de un “valor”, de una representatividad existencial que cada quien considera adecuada para satisfacer miedos, deseos o necesidades, poniendo el producto de su trabajo, el patrimonio de la prole, en manos de la moneda del depredador más grande de la historia. Los Dólares mutantes simbólicos entre evaluar y valorar equivalencias mercantiles tangibles, a planos culturales que incrementan su intangibilidad según las necesidades ideológicas de la clase dominante. Queda más claro, y cada día con mayor certeza, que los pueblos se hacen adictos también al mercado de la simbología hegemónica, avalando con su trabajo y sus salarios, el valor objetivo, subjetivo (e ideológico) de las mercancías y sus marcas. Especialmente si se venden a precio de Dólar y con “aprecio” por el Dólar.
Emanciparse de una moneda imperial, es decir de la moneda impuesta por el capitalismo en su fase imperial, es también emanciparse de un filón de la Cultura y la Comunicación imperiales. No deben ser vistos como dos realidades inconexas y es indispensable profundizar la acción y la intervención económica, política y semiótica emancipadoras para combatir científicamente el producto ideológico monstruoso radicado –frecuentemente- en la cabeza de los pueblos que ven, en el Dólar, la salvación de sus “ahorros” mientras disfrutan, silenciosamente, “el discreto encanto de la burguesía” en monedas.
[1] http://projects.exeter.ac.uk/RDavies/arian/dollar.html
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