El nuevo apretón a los controles cambiarios que anunció el Banco Central el lunes tuvo un efecto inmediato y esperable: se amplió la brecha entre los distintos tipos de cambio disponibles en el mercado legal.
Así, mientras el oficial minorista mostró una suba del 1,9% y cerró en US$ 60,09, el mayorista -donde operan dentro de los estrechos límites normativos las grandes empresas- cerró casi sin cambios a $ 57,64.
Pero el salto más grande se dio en el dólar Bolsa o MEP, que saltó un 3,1% hasta $ 62,90 y en dólar Contado con liquidación, que subió nada menos que 5,7% y cerró en $ 66,40. Ahora la brecha entre el dólar mayorista y el dólar Bolsa saltó al 9%, y respecto al dólar “contado con liqui” se ubicó en 15%.
Las nuevas restricciones buscan moderar las diversas operaciones (conocidas en la jerga financiera como “rulo” o “bucle”) que permiten hacerse de divisas fuera del país o por lo menos generar ganancias fáciles a través de la compra y venta de títulos públicos.
Lo que dispuso el Banco Central fue que para comprar un bono en dólares y venderlo en pesos el inversor deberá observar una espera de cinco días hábiles entre la compra y la venta. Este límite, que funcionaba para operaciones de hasta 10.000 dólares, ahora se generalizó a todo tipo de monto.
También dispuso que los giros de divisas al exterior por parte de personas humanas solo podrán realizarse a una cuenta bancaria a nombre de la misma persona.
Se trata, en definitiva, de diversas trabas que apuntan a defender el stock de reservas, aun al precio de que se abra la brecha cambiaria, lo cual no deja de ser una suerte de olla a presión que hará más dificultoso el desguace de los controles cambiarios, si alguna vez ello ocurre.
La suba de los dólares MEP y Contado con liqui refleja el aumento, en pesos, de ciertos títulos que se usan para estas operaciones, entre ellos el Bonar 24.
Evidentemente quienes ayer compraron este papel están dispuestos a correr los riesgos de “aguantar” en su cartera durante cinco días ese bono antes de convertirlo en dólares. El riesgo es que ya no está claro el spread que se puede ganar por la operación. Porque en esos cinco días el precio del bono puede moverse y achicar la rentabilidad esperada. O si la cosa sale bien, ampliarla más allá de los cálculos iniciales.
El riesgo país saltó a 2.160 puntos mientras crece en volumen la discusión sobre qué tipo de oferta podría hacerle la Argentina a los acreedores privados, tanto a los que tienen deuda bajo ley local como extranjera. Ya se está instalando sin reparos que la opción de estirar los plazos, sin quita al valor nominal de los bonos, luce insostenible. Y que habrá que proponer una oferta más agresiva para que la sustentabilidad de la deuda no sea puesta en duda
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