La avenida Río de Janeiro, de la conocida zona comercial caraqueña de Las Mercedes, no parece estar ubicada en el país con el mayor colapso económico del hemisferio occidental. En cada cuadra hay uno o varios establecimientos de venta de pinos, artículos navideños y juguetes, y están casi tan concurridos como una conocida licorería que se ubica a mitad de la calle.
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Tampoco parece estar ubicada en el país que, según cifras del denominado Comité de Afectados por Apagones, sufrió más de 80.000 fallas eléctricas en 2019. Frente a estos establecimientos comerciales que han proliferado en la temporada navideña, sobre el contaminado río Guaire, que atraviesa la capital venezolana, se exhiben cortinas con miles de luces, en las que destacan estrellas y copos de nieve.
“No hay luz, pero ellos iluminan el excremento”, dijo con ironía el presidente encargado Juan Guaidó en referencia al plan ‘Venezuela bella’, que lanzó el presidente Nicolás Maduro. No muy lejos de allí, en otras calles de ese mismo municipio, reina la oscuridad, como en buena parte del país.
No hay luz, pero ellos iluminan el excremento
“El distribuidor trajo 2.000 pinos naturales de Canadá. A esta tienda llegaron 1.000. Esto es lo único que nos queda”, dice a EL TIEMPO el encargado de uno de estos establecimientos, mientras muestra ocho árboles de tipo Fraser, que exhibe casi en la acera de la avenida. Una mujer que va de paso pregunta por los precios: “El más barato, 180 dólares”, le responde, entusiasmado, el joven vendedor.
La mujer no puede ocultar su enfado. “Dile al dueño de esto que es un ladrón”, reclama, antes de continuar su camino.Como ella, la mayoría de los venezolanos no puede comprar un árbol natural. Tampoco uno artificial, que ya por la cercanía a la Navidad está “rebajado” a 120 dólares en esa misma avenida.
Porque el árbol necesita, además, una base que cuesta 20 dólares, y adornos que, por unidad, dependiendo del tamaño y del lugar donde se consigan y cuestan más de un dólar cada uno. Así, en dólares, como se exhiben todos los precios en esta Navidad venezolana.
Pero si se lleva a esa moneda el salario mínimo integral de profesionales como educadores o enfermeros, la cifra asciende a apenas 6 dólares, tomando como referencia el promedio de siete tasas de cambio no oficiales, que rige la economía de este país. Y no son los únicos con dificultades para manejarse esta Navidad.
“Tienes un grupo pequeño, minoritario, que compra pinos, whisky, regalos, va a las tiendas, paga en dólares (…) y tienes luego el 85 por ciento del país, un grupo muy grande, que simplemente se está muriendo de hambre, no tiene cómo comprar los regalos, no tiene ni siquiera para comer, mucho menos va a tener para comprar un plato navideño”, asevera a este diario el diputado y economista venezolano Ángel Alvarado.Los regalos representan, para ese 85 por ciento de venezolanos un verdadero dolor de cabeza, sobre todo si son para niños.
Fiestas sin hallacas
En la mencionada avenida caraqueña, otro comerciante contó a este diario que había vendido 10 carritos eléctricos en 350 dólares cada uno. Haría falta que un educador venezolano ahorrara su sueldo por casi 5 años para poder pagar uno de esos.
Quizás la única opción accesible para él, al menos en la capital, sea acudir a cualquiera de las sedes de una conocida tienda por departamentos de corte popular, donde hay opciones en 4 dólares. Y, sin embargo, solo podría comprar uno de estos juguetes.
Lo que le sobre de su remuneración mensual apenas le alcanzaría para comprar solo uno de los ingredientes de la hallaca, el componente principal del plato navideño venezolano.
De acuerdo con la firma local Econométrica, para que una familia venezolana pueda cumplir con la tradición de elaborar 50 hallacas, con sus 19 ingredientes, en esta Navidad debe invertir 70 dólares, casi el doble de lo que costaba hacerlas en diciembre de 2018, cuando a su vez el costo había sufrido un incremento de 127 por ciento en relación con el de 2017.
Hay productos como las carnes –la hallaca lleva tres: de res, cerdo y pollo– que registraron incrementos de más de 250 por ciento en relación con el año anterior; y otros de la temporada como las aceitunas, las pasas y las alcaparras, que según informó a EL TIEMPO la economista del departamento de investigación de Econométrica, Josymar Wanderlinder, registraron un incremento mayor, de casi 500 por ciento, de una Navidad a la otra.
Y si hacerlas cuesta, comerlas en un restaurante es impensable para muchos. De acuerdo con datos de Econométrica, el plato navideño, que además del tamal incluye una ración de pernil, ensalada de gallina y pan de jamón, cuesta esta Navidad, en promedio, unos 8,5 dólares, 33 por ciento más que en 2017.
Un venezolano que percibe salario mínimo no puede pagarlo, ni siquiera con el bono alimentario. Y no puede ni pensar en asistir a una de las cenas navideñas que preparan las conocidas cadenas hoteleras para la noche del 24 de diciembre. En uno de los hoteles más conocidos de la capital, ubicado en el municipio Baruta, cada persona debe pagar 180 dólares para garantizar su puesto en la mesa. En otros son 50 dólares.
Un venezolano promedio tampoco se puede dar el lujo de comprar los ‘estrenos’ de ropa para las fiestas, otra de las tradiciones. En las zonas comerciales de Chacaíto y Sabana Grande, EL TIEMPO pudo ver que el pantalón más barato cuesta 10 dólares, mientras que la camisa más económica cuesta 8 y el par de zapatos de los que están de moda más barato cuesta 20 dólares.
Crecen los bodegones
Los postres y bebidas de la temporada también quedan excluidos de la lista de compras de esa mayoría. En un recorrido por supermercados caraqueños se pudo constatar que el Panettone, en su versión más barata, cuesta poco más de un dólar, y contiene apenas 100 gramos o el equivalente a una porción.
En los bodegones (delicatessen), que ya son más de 120 solo en Caracas, según conteo reciente de la agencia Reuters, el de la marca italiana más conocida cuesta 50 dólares.
La botella de ponche (licor cremoso tradicional), por su parte, cuesta unos 13 dólares en esa famosa licorería de Las Mercedes que está cerca de donde venden los pinos, mientras que la más barata de whisky cuesta unos 4 dólares, pero las hay de hasta 250 dólares.
Algo similar sucede con los licores espumosos, especialmente cotizados para la cena de fin de año. Si bien el más barato se consigue a un precio que equivale a unos 4 dólares, hay botellas que cuestan casi 350, y aunque sean inalcanzables para esa inmensa mayoría de venezolanos, hay quienes los pagan.
“Gran parte de esos que están cercanos al poder son ese porcentaje pequeño que se queda con la inmensa mayoría de la renta (…) mientras tienes una inmensa mayoría que está muriéndose de hambre, de enfermedades prevenibles y curables (…) esa Venezuela es la Venezuela de Nicolás Maduro, es la Venezuela del socialismo del siglo XXI”, sentenció el diputado Alvarado.
ANDREÍNA ITRIAGO
Corresponsal de EL TIEMPO
Caracas (Venezuela)
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