Pablo Adreani
Los últimos días, previos a la elección presidencial, tuvieron como principal característica la decisión de los ahorristas de salirse de su posición en pesos, para volcarse a la compra de dólares. Esto, dentro de las restricciones que impone el “cepo” cambiario que limita las compras de los particulares a un máximo de 10.000 dólares mensuales, en un contexto de fuerte escasez de dólares.
La cotización del dólar oficial fue un fiel reflejo de esta demanda: incluso con el Banco Central vendiendo millones de dólares para evitar la suba, la divisa subió dos pesos entre el lunes y ayer, hasta los 62 pesos. Y el dólar blue alcanzó un nuevo piso de 70 pesos.
Ante este escenario, los productores que disponen de granos sin vender, no tienen ningún apuro por hacerlo. Sucede que no tienen muchas alternativas para aplicar los pesos que obtendrían en el caso de que decidieran desprenderse del disponible. Los límites para comprar dólares por el cepo y la percepción de que el valor de la divisa se volverá ajustar, siguiendo la pauta de inflación de los últimos meses, aparecen como las principales trabas para que acepten desprenderse de mercadería física.
En momentos de incertidumbre cambiaria como el actual, el productor siempre decide no vender y resguardarse de una potencial devaluación, reteniendo los granos. Después de todo, tener granos implica tener dólares.
Tomando como ejemplo a la soja, que es el principal cultivo y fuente de dólares del país, los productores han vendido un total de 32 millones de toneladas de la última campaña: 21,5 millones las compró la industria aceitera y 10,5 millones, los exportadores.
Considerando un volumen de producción de 55 millones y descontando el uso propio de las semillas y las existencias finales, significa que todavía quedarían sin vender en manos de productores unas 20 millones de toneladas. A un valor FOB de 360 dólares, el volumen sin vender en manos de productores equivale a 7.200 millones de dólares.
Encrucijada
No es novedad que la caída de reservas que viene acumulando el Banco Central es hoy el principal talón de Aquiles que deberá enfrentar el próximo gobierno. En ese contexto, no hay sector en la Argentina que tenga en sus manos, sumando a la soja el trigo y el maíz, el equivalente a más de 8.000 millones de dólares, que pueden ser convertidos a divisas reales si alguna medida los tienta o convence de hacerlo.
En un momento de gran escasez de dólares en el mercado, cualquiera sea el gobierno que gane las elecciones, debería implementar un sistema de incentivo para que el productor venda su stock y alivie la ajustada situación que enfrenta la economía argentina.
El próximo gobierno deberá elegir entre recaudar por retenciones o lograr dólares líquidos contantes y sonantes. Esto significa que se deberían sacrificar ingresos por retenciones para favorecer el ingreso de dólares al circuito económico, al menos durante los primeros 90 días de gobierno.
Una posibilidad podría ser eliminar el 10 por ciento de las retenciones en todos los productos que el productor venda antes del 31 de Enero. Luego bajar el beneficio, quitando solo el cinco para los que vendan durante febrero. Y a partir del 1° de marzo, que no haya beneficio. Es el momento de apoyar y de aportar cierta creatividad en los mecanismos para incentivar el apoyo del sector productor, en circunstanciales difíciles para el país.
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