1-
Definición. El »
cepo cambiario» es la restricción a la compra de moneda extranjera. Son muy pocos los países que tienen un límite a la compra de moneda extranjera. En la región de América Latina se encuentran en ese grupo Venezuela y la Argentina. Sí existen otros países que imponen impuestos sobre la compra de divisas o que mantienen tipos de cambios diferenciales.
2-
Efectos. Nuestro país vive desde hace varios años en una trampa de crecimiento, en la cual la economía se ve imposibilitada de generar los dólares que se demandan. Si el cepo es la imposibilidad de comprar moneda extranjera, podríamos pensar que estamos solucionando ese problema de falta de dólares. Sin embargo, esto no es así: un cepo cambiario solo puede desacelerar la caída de las reservas internacionales de un país, pero no la frena por completo, dado que los depósitos pueden seguir saliendo, los intereses se siguen pagando y las importaciones y el ahorro siguen existiendo. El beneficio de corto plazo es que, mientras haya credibilidad en que ese valor del tipo de cambio sea sostenible, la inflación estará contenida. Entonces, los salarios podrán tener un repunte en términos reales, porque al estar la inflación parcialmente contenida podría lograrse que los ingresos sigan más de cerca al índice de precios de la economía.
3-
En cascada. A menos que la economía genere una mayor cantidad de dólares, si la demanda por la moneda extranjera permanece constante, la balanza seguirá siendo negativa (menos negativa, claro está, que en caso de no existir el cepo). Cuando esto sucede, el tipo de cambio real se atrasa, porque su valor permanece constante al no poder aumentar genuinamente, y queda rezagado con respecto a la inflación. Como el dólar queda barato, más gente puede comprarlo. A partir de esto, crece la demanda de empresas y personas para importar más, para ir de viaje al exterior y para ahorrar; pero si esa demanda no puede ser abastecida por el control cambiario que hay en el mercado oficial, esos dólares se buscan en otros mercados. Así nacen sus hijos: el dólar blue (informal), el contado con liquidación (a través de operaciones con bonos en el exterior) y el MEP (mediante una operación con bonos locales). Por supuesto, siempre con precios superiores al oficial. Un gran negocio para las casas de cambio. Además, a medida que más personas puedan y quieran comprar, los controles se harán más firmes. Así podría funcionar el esquema: primero se establece un monto máximo a comprar; si la demanda sigue firme, se ponen luego impuestos a la compra para atesoramiento o para viajar, e incluso se regulan las importaciones. El último paso sería trabar la salida de remesas de empresas al exterior, una medida que perjudica el ingreso de inversiones futuras (nadie pondrá un dólar en un país del que no pueda luego sacarlo).
4-
Distorsiones. Al existir diferentes tipos de cambio, los precios se ajustan de distinta forma en la economía, dependiendo del rubro. Y así se generan distorsiones en los precios relativos. A su vez, cuando cae la credibilidad sobre el tipo de cambio oficial, crece la expectativa de que habrá una devaluación, hay retención de productos por parte de los exportadores y ajustes de precios de los importadores, que buscarán cubrirse de la futura suba de los precios de reposición. Y todo ello reducirá aún más la economía.
5- Corto plazo. Es una medida necesaria para momentos de volatilidad e incertidumbre, pero no sirve como política de largo plazo. Además, entrar a un cepo cambiario es simple, pero salir es más difícil y solo se logra retomando la confianza en la moneda local y teniendo una mayor oferta de dólares, algo únicamente posible ante un mundo que demande los productos que la Argentina genera.
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